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CÓMO ESTÁ EL PATIO

La Fiera Literaria: zarpazos de honestidad

La crítica literaria, si quiere tener alguna utilidad para el lector, ha de ser libre y sincera. El crítico es dueño de seleccionar la obra sobre la que va a emitir su dictamen, pero una vez hecha la elección no debería someterse a ningún otro criterio que no fuera el exclusivo mandato de su leal saber y entender. Ocurre igual que con los columnistas de prensa: uno elige la noticia (puede incluso que la noticia le elija a él), pero las conclusiones de su análisis no son negociables. Todo lo demás es servilismo.

La crítica literaria, si quiere tener alguna utilidad para el lector, ha de ser libre y sincera. El crítico es dueño de seleccionar la obra sobre la que va a emitir su dictamen, pero una vez hecha la elección no debería someterse a ningún otro criterio que no fuera el exclusivo mandato de su leal saber y entender. Ocurre igual que con los columnistas de prensa: uno elige la noticia (puede incluso que la noticia le elija a él), pero las conclusiones de su análisis no son negociables. Todo lo demás es servilismo.
Manuel García Viñó, comandante en jefe de La Fiera Literaria

No es que haya que condenar a quienes hacen de la crítica por encargo una forma de ganarse vida, porque todo el mundo tiene que vivir. Pero convendría, en aras del decoro intelectual colectivo, que los que ejercen su derecho a la crítica literaria con absoluta libertad fueran reconocidos alguna vez por su independencia, su honestidad intelectual y su enorme par de pelotas. A eso vamos.

El Centro para la Documentación de la Novela Española (CDNE), institución con estructura y rangos casi medievales según la jocosa descripción que a menudo ofrecen en sus panfletos (entiéndase esto en el sentido decimonónico del término) y órgano editor de La Fiera Literaria, es, probablemente, la única entidad seria a la que uno puede acudir para conocer el momento exacto de cocción de la literatura española contemporánea.

A modo de kamikazes, sus miembros ofrecen al lector de forma mensual sesudos análisis de las obras que el establecimiento mediático consagra habitualmente como grandes hitos de la literatura universal. Porque a juzgar por lo que cuentan los suplementos literarios de los grandes periódicos, en España estaríamos asistiendo de un par de décadas hacia acá a un auténtico big-bang literario que dejaría en mantillas a la producción novelística de siglo XIX y primera mitad del XX. O sea, el recopón.

Pues bien, las fieras literarias comandados por García Viñó, aquél señor bonachón que le calzó una hostia a Molina Foix (el jodido ordenador se empeña en sustituir su segundo apellido por "foie") en el programa televisivo de Sánchez Dragó, han decidido averiguar por sí mismos qué hay de cierto en esta primavera literaria que los trompeteros de la corte anuncian sin cesar. El resultado es impresionante, aunque no precisamente en el sentido que le gustaría a los detentadores de la verdad cultural.

Los juiciosos análisis del CDNE no dejan lugar a la duda: Las novelas más vendidas en España (o Españeta) son una castaña (o castañeta). Para llegar a esa conclusión, los hombres y mujeres de García Viñó recurren a la técnica científica de la "crítica acompasada", que consiste en ir anotando pormenorizadamente, al compás de su lectura, los anacolutos, disparates conceptuales, atentados gramaticales, errores de concordancia y faltas de ortografía que los sucesores posmodernos de Cervantes, algunos de ellos académicos, cometen sin cesar en sus libros.

El efecto es espectacular. Espectacularmente divertido para quienes miramos la novela progre con distancia higiénica y, supongo, mucho menos jocoso para los que se dejan una pasta mensual en consumir la literatura que ordena el suplemento cultural del "diario monárquico de la mañana", que es como los Viñó’s Boys suelen denominar al periódico ese que ustedes saben.

Javier Marías, uno de los blancos habituales de la fieraEn la página web del CDNE tienen ustedes un ramillete de críticas acompasadas de algunas de las grandes novelas que la "fauna polancustre" (sic) ofrece sin cesar al orbe civilizado a mayor gloria de las letras hispanas. Impriman unas cuantas y dispónganse a pasar uno de los ratos más surrealistas de su vida, durante el cual no sabrán si toca reír a mandíbula batiente o derramar unas lágrimas por la muerte de la novela a mano de unos autores bastante zotes, que se hinchan a vender libros gracias a la poderosa maquinaria que maneja la cultureta nacional.

Los afectados por sus críticas (absolutamente científicas, insisto, gracias al proceso analítico utilizado) tachan a García Viñó y a sus colaboradores de fracasados y resentidos. Bien, supongamos por un momento que un tío como G. Viñó, que ha publicado varias docenas de libros, dedicado importantes estudios a la teoría novelística y recibido el homenaje de los más grandes estudiosos de la literatura y filología españolas, es un envidioso patológico que no soporta el comprobar la increíble altura literaria de las (supuestas) novelas de Elvira Lindo, Almudena Grandes, Maruja Torres o Juan Luis Cebrián. Admitámoslo como hipótesis, de acuerdo. ¿Y? ¿En qué afectaría esa supuesta circunstancia personal a lo que se dice en sus críticas? Si un autor encumbrado comete faltas de ortografía, no sabe construir un universo paralelo de ficción con personajes creíbles, redacta de forma alocada e incomprensible o demuestra no conocer el verdadero significado de algunas palabras españolas (la confusión entre "escuchar" y "oír" es un virus extendidísimo entre nuestra elite de novelistas) el problema no lo tiene quien denuncia estos atropellos, sino quien los comete con impunidad y no soporta que otros pongan de manifiesto su incuria profesional.

Personalmente yo encuentro detestable la ideología que se desprende de los comentarios de García Viñó y sus colaboradores cuando entran en materia política, deudora, a mi juicio, de la más rancia tradición marxistoide del 68. Estoy seguro de que ellos encontrarían mis ideas liberales y proamericanas asimismo francamente detestables. Sin embargo, esta circunstancia no es ningún inconveniente para reconocer el mérito de los autores de La Fiera Literaria, publicación señera del citado CDNE, en esa labor de higienización de la vida cultural española, tan necesaria hoy como lo ha sido siempre.

La Fiera Literaria es uno de los pocos reductos de honestidad intelectual de esta españeta zapateril. Justo es reconocerlo le pese a quien le pese (y hay a quien le pesa), pero las cosas son así. Javier Marías (el "nene Marías") es experto en aromatizar sus "sendas manos" con fragancias escogidas en "la sección varonil" de los grandes almacenes, Almudena Grandes lo es en escrutar la multiplicidad de frunces de que es capaz el ano masculino, Maruja Torres en describir las ganas de joder que sin solución de continuidad aquejan a las protagonistas de sus relatos y los autores de La Fiera Literaria en retratarlos a todos ellos en su riquísima complejidad. A cada cual lo suyo.

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