Concebido para inspirar a nuestras jóvenes a ingresar en el servicio público, el tomo de predicadora de Pelosi ("El valor sale del corazón") contrasta vivamente con su rechazo a quedarse a trabajar este verano en Washington en un amplio abanico de leyes energéticas y propuestas de extracción petrolera. Conoce tu poder simplemente subraya el verdadero mensaje de las acciones de Pelosi, o más bien de todo lo contrario: "Haz lo que digo, no lo que hago."
Mientras Madame Presidenta aconseja a las hijas de América "no decir nunca que una idea o actividad no será apoyada o aceptada," ella se niega a volver a Washington y permitir que se sometan a votación las propuestas energéticas republicanas. La lideresa aconseja a las hijas de América "respaldar vuestras posturas con hechos" mientras manifiesta una sorprendente ignorancia a propósito de los precios y de las leyes de la oferta y la demanda en su propia circunscripción electoral.
Madame Presidenta aconseja a las hijas de América "tratar al prójimo de una manera civilizada," pero se dedica a usar la típica demagogia contra sus rivales ideológicos. A lo largo del pasado fin de semana, Pelosi estuvo denunciando la revuelta conservadora en el pleno la Cámara (una objeción al receso de cinco semanas de los demócratas) como "la danza de guerra de los subordinados de las petroleras". También conmina a las hijas de América a "saber de lo que habláis; no podéis expresaros de forma grandilocuente", aunque realiza una actuación penosa en el programa de la ABC This Week with George Stephanopoulos cuando la presionaron para que explicase su negativa a celebrar la votación de las leyes energéticas.
En su clásico estilo ostentoso, Pelosi tergiversaba las propuestas republicanas como si se refirieran exclusivamente a la prospección y se expresaba de forma arrogante diciendo que las nuevas perforaciones no tienen un efecto inmediato a la hora de rebajar los precios de la gasolina. Criticaba a los republicanos por usar los cauces parlamentarios adecuados para sacar adelante sus iniciativas y a continuación resoplaba dictatorialmente que "tendrán que echarle imaginación para lograr una votación". Todo esto de labios de una auténtica líder llena de "valentía," alimentada por "la pasión" por el servicio público y movida por su preocupación por las familias que están acusando el impacto de los elevados precios de la energía y del acceso limitado al petróleo americano.
Así pasó 10 minutos atacando las leyes republicanas, calificándolas de "aberrantes" a fin de eludir una simple pregunta:
Pelosi: Esto es una maniobra para desviar la atención de políticas energéticas fracasadas.
Stephanopoulos: Pero si usted tiene los mejores argumentos, ¿por qué no someter a votación a mano alzada la extracción?
Pelosi: Por la malinterpretación que se está realizando al decir que esto reducirá los precios en las gasolineras. Es un parche, no una solución.
Stephanopoulos: Bueno, si está usted en lo cierto, ¿por qué no dejar que se debata y celebrar la votación?
Pelosi: Tenemos debates diarios sobre ese asunto.
Excepto en el pleno de la Cámara, donde Pelosi prohibe el debate de las enmiendas republicanas y donde las luces y los taquígrafos se han ido de vacaciones.
En lugar de ejercer su poder responsablemente convocando a los legisladores al Capitolio para lidiar con las preocupaciones de los americanos por los precios de la gasolina y la dependencia energética, Pelosi ha despreciado la extracción de gas y petróleo como "un engaño" al mismo tiempo que presuntamente insta a los demócratas a apoyar la extracción con el objetivo de reforzar sus esperanzas electorales. En 2006 culpó a un congreso republicano de los elevados precios de la gasolina. Tras pasar 19 meses en el poder, Madame Presidenta culpa ahora a la minoría republicana de que los precios de la gasolina casi se hayan duplicado.
Esta es la verdadera lección de Nancy Pelosi para las hijas de América: las mujeres en el poder son exactamente igual de capaces que los hombres de dominar el discurso deliberadamente ambiguo de Washington, de eludir el riesgo, de cargar a otro con el muerto y de usar el rodillo partidista. Quién lo habría dicho.